domingo, 20 de febrero de 2011

Nothing left to lose

La distancia es una mierda, y la falta de distancia también. Y qué puedo decir si se que en tu descansillo huele a mi sangre y que cada trocito de mi cuerpo anda descuartizado pudriéndose sin yo quererlo. Quiero ir con una pala y una bolsa, pero no me dejo. Si yo camino, tu vienes conmigo. Si me duermo, quizá duermes a mi lado. Al desayunar es como si hubiera dos vasos de leche humeante. Y al cerrar los ojos también te veo. Y me pregunto cómo habrás llegado hasta aquí si sólo yo sabía el camino. Cómo pudiste volver a la civilización si sólo yo sabía el sendero de regreso. Y cómo te sientas aquí, a mi lado, mientras te observo y te ríes, yo creo que de mi, pero a mi me gusta cuando sonríes. Como un fantasma siempre a mi alrededor. Eres de mentira y yo a penas puedo balbucear alguna palabra con poco sentido. Qué me queda. Un ectoplasma de recuerdos.

Quiero que Melinda Gordon me salve de este suicidio permanente que supone tenerte a todas horas a mi alrededor.

Pero quizá la que tiene que ir hacia la luz soy yo.




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