Hay veces que merece la pena levantarse pero algo así como a mitad del día, muchas veces justo un minuto antes, es cuando debería acabarse el día, para no llegar a la noche y que todo sea mediocre. Me doy una ducha, vaso de leche y a dormir.
Qué si no.
La desesperación de cuatro paredes sólo tiene su refugio en buena compañía.
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